—Abuelo, no trates de interferir. En el momento en que firmaste el acuerdo con Marisela y ella se casó "voluntariamente" conmigo.
Debería haber sabido que la puerta de los Cárdenas no es un lugar al que se puede entrar y salir cuando se le antoje.
Ya que al principio fue Marisela quien se ofreció, entonces que no lo culpe a él.
¿Un millón de dólares? ¿Herramienta de uso? ¿Allanar el camino para su novio?
Ja, le haría saber que ese millón de dólares no era fácil de tomar, que se preparara para pagar con toda su vida.
No importaba si no había amor, él la quería a ella y punto.
—Marisela, todo esto me lo debes.
En el asiento trasero, el hombre tenía los ojos fijos en el respaldo del asiento, rodeado de una neblina negra, con expresión siniestra y feroz.
Del otro lado del teléfono.
Eduardo aún quería decir palabras para detenerlo, pero ya habían colgado, lo que lo enfureció tanto que empezó a toser.
Jamás había pensado que Lorenzo ya había conseguido un abogado, e informándole solo antes d