Capítulo 8

Publius Caesar se volvió hacia Irene, tomó una copa de vino y la observó con intensidad mientras ella se alejaba. Justo antes de que Irene desapareciera del pasillo, Publius Caesar habló con voz fuerte, haciendo que ella frenara su apresurado paso.

—Pronto tendremos que visitar al emperador en el monte Palatino. Ha estado impaciente por conocerte desde que escuchó sobre ti —dijo con una sonrisa siniestra en su rostro—. Asegúrate de prepararte.

Irene tragó saliva y trató de mantener la compostura. Sabía que esta visita era crucial para su ascenso al poder, pero también temía lo que pudiera pasar. Sabía que, si daba un paso en falso frente al emperador, su muerte estaba más que determinada pasara lo que pasara.

—Lo entiendo, mi señor —respondió con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza dentro de su pecho.

Publius Caesar se acercó a ella y la tomó por el brazo con fuerza, acercándola a su cuerpo.

—Recuerda, Galiana, que tu destino está en mis manos. Puedo hacerte o destruirte con
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