El sonido de las teclas llenaba la habitación mientras Nerea trabajaba en la laptop. Gemma, con un expediente abierto frente a ella, no podía evitar alzar la vista de vez en cuando para observarla, intentando adivinar cómo iba, aunque era imposible hacerlo solo al ver su expresión. Cuando su hermana se concentraba, parecía desaparecer en un mundo propio, ajena a todo lo que pasaba alrededor y ajena a todo lo que la rodeaba, siempre con el ceño fruncido y los ojos fijos en la pantalla.
—¡Lo tengo! —exclamó Nerea de pronto, rompiendo el silencio con entusiasmo.
Gemma levantó la mirada y se encontró con la sonrisa enorme de su hermana.
—¿Encontraste la presentación? —preguntó, contagiada por su entusiasmo.
—Así es. Me tomó más tiempo del que esperaba, pero lo logré.
Gemma miró el reloj y se dio cuenta de que había pasado casi una hora. Para ella no era nada.
—Y está claro que lo habías guardado —continuó su hermana—; de lo contrario, no habría sido posible recuperarlo. Así que o lo elimi