Cassy
Ese día lo terminamos en casa de Ángela, que era la típica zona residencial con casas adosadas con un pequeño jardín con piscina. Se notaba que le debían de gustar las plantas pues nada más llegar un majestuoso arco de rosas nos recibía hasta llegar a la puerta principal, podía oler a jazmines, rosas y un sin fin de aromas mezclados que no conseguía diferenciar.
—¿Te gusta como huelen? —señaló a las rosas y yo seguía intentando aspirar tan profundo y embriagarme completa.
—Sí, a estas alturas en donde yo vivo estaría mucho más entrado el frío y apenas quedarían rosas olorosas.
Por fin después de tantos días de trabajo con esa ogra pude ver una pequeña, pequeñísima mini sonrisa. Vaya, había descubierto su secretito, le gustaban las plantas. No hablamos mucho más, llegamos hasta el centro del salón, me pidió que me pusiera cómoda, me preguntó si tenía hambre o sed. La verdad yo no sabía qué decir estaba abrumada con tanta amabilidad.
Llegó con un par de emparedados de jamón y