Mientras tanto, arriba, en una habitación aislada del bullicio del salón, Lilia intentaba calmar su respiración. Había estado evaluando cada rincón de la habitación: la cerradura oxidada de la puerta, la altura de las ventanas, y cualquier posible herramienta que pudiera usar. Durante años había sido la pieza pasiva en un tablero que otros movían, pero algo en ella había cambiado. No iba a esperar sentada a que alguien decidiera su destino.
Los pasos de los hombres afuera de su puerta resonaban en el silencio como un recordatorio constante de su posición. Sin embargo, no mostró miedo. Si iba a salir de esa habitación, lo haría con una resolución que nadie podría quebrar.
De vuelta en el salón, un hombre se acercó a Nikolai, moviéndose entre los invitados con discreción. Vestía un impecable traje negro, pero su actitud era la de alguien que prefería evitar el centro de atención. Se detuvo junto a él lo suficiente como para deslizar un pequeño trozo de papel en su bolsillo antes de desap