Naia
Llevaba un día entero sin saber absolutamente nada de Artem el silencio de su parte era como un ruido ensordecedor que no me dejaba descansar.
Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de él saliendo de la casa de seguridad con los nudillos destrozados y bañados en sangre regresaba a mi mente su mirada gélida, su mandíbula apretada y esa aura de violencia contenida me perseguían.
No era solo el miedo a lo que él fuera capaz de hacer, sino la angustia de no saber si estaba vivo o si esa oscuridad finalmente lo había devorado.
No habíamos regresado al penthouse Katia había insistido con una firmeza innegociable en que me quedara con ella en el hotel pero no era un hotel cualquiera, ella no solo había reservado la suite presidencial había alquilado los dos últimos pisos enteros, la seguridad era asfixiante hombres con trajes oscuros y rostros de piedra custodiaban cada ascensor, cada salida de emergencia y cada pasillo.
Me sentía protegida pero también prisionera de una guerra q