Capitulo 13

Artem

​El frío del volante se filtraba a través del cuero, pero yo apenas podía sentirlo.

Llevaba veinticuatro horas sin cerrar los ojos, alimentado únicamente por la adrenalina, el café amargo y una furia sorda que me martilleaba las sienes. Mis hombres habían trabajado sin descanso, rastreando las señales de las llamadas telefónicas de los dos bastardos que aún jadeaban en la cajuela de mi auto.

Eran cabos sueltos, y en mi mundo, un cabo suelto es una soga que tarde o temprano termina alrededor de tu propio cuello.

​El rastreo finalmente dio frutos un punto parpadeante en el mapa me dio una dirección en las afueras, una zona lo suficientemente aislada para esconder secretos, pero lo suficientemente cerca para vigilar mis movimientos.

​Tomé el radio con mano firme.

​—Tengo la ubicación —dije, mi voz saliendo como un graznido seco debido al cansancio—. Denme el tiempo estimado de llegada.

​—Estamos a cinco minutos de su posición, jefe —la voz de mi mano derecha, Viktor, sonó a travé
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