El amanecer encontró a Sebastián en su oficina, aún revisando los documentos que Emma le había entregado la noche anterior. El peso de la traición de su padre lo presionaba como un yunque sobre los hombros. No era solo el sabotaje, sino la confirmación de que dentro de su propia empresa había personas vendidas a su padre, dispuestas a traicionarlo por un puñado de billetes.
Emma había dejado su departamento unas horas antes, pero su presencia aún rondaba en su mente. Desde que ella había irrumpido en su vida, todo había cambiado. Ya no era el mismo hombre que hacía apuestas estúpidas con su socio. Ahora tenía algo más en juego.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
-Adelante -dijo, enderezándose en su silla.
Emma entró con su andar decidido, llevando una taza de café en una mano y una tablet en la otra. Su cabello estaba suelto, en ondas suaves que caían sobre sus hombros. A pesar de las pocas horas de sueño, lucía impecable, como siempre.
-Noticias nuevas -anunció, dejan