La noche había caído sobre la ciudad, cubriendo todo con un manto de luces parpadeantes y sombras que se alargaban en las calles. Sebastián permanecía sentado en su oficina, con los codos apoyados en el escritorio y la mirada fija en el vaso de whisky que giraba lentamente entre sus dedos. No era un hombre que bebiera por costumbre, pero esa noche lo necesitaba. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos que lo llevaban de regreso a un pasado que había intentado olvidar.

Desde el momento en que Emma le dijo que lo ayudaría, algo dentro de él se había sacudido. No era solo la lucha por la empresa, no era solo la traición de su padre... era el hecho de que por primera vez en mucho tiempo sentía que no estaba solo.

Emma.

Suspiró y dejó el vaso sobre el escritorio, poniéndose de pie. Se dirigió hacia la ventana, observando la ciudad que su padre había moldeado a su imagen. Todo lo que estaba en juego, todo lo que su familia había construido, ahora pendía de un hilo. Y él er