Las luces de la ciudad titilaban en la distancia mientras Sebastián conducía por las avenidas desiertas de la madrugada. Su mente trabajaba a toda velocidad, procesando cada pieza de información que Emma le había proporcionado. La traición de su padre ya no era solo una sospecha: era una realidad tangible que amenazaba con destruir todo lo que había construido.
Su teléfono vibró en el asiento del copiloto. Sin apartar demasiado la vista del camino, lo tomó y miró la pantalla. Era Emma.
-Dime que tienes algo -dijo, atendiendo la llamada con un dejo de urgencia en la voz.
-Tengo algo -respondió ella, sin rodeos-. Logré acceder a algunos registros adicionales. Todo apunta a un desvío de fondos que se aceleró en los últimos tres meses. Lo más interesante es que hay una empresa pantalla registrada a nombre de un hombre llamado Esteban Montalvo.
Sebastián frunció el ceño.
-Ese nombre me suena.
-Te suena porque Montalvo trabajó en el departamento financiero de Alarcón Enterprises hace cinco