Las luces del despacho de Sebastián iluminaban tenuemente la estancia, creando sombras alargadas que danzaban sobre las paredes. La ciudad se extendía ante ellos, un mar de luces intermitentes que, a esa hora, parecían reflejar el caos que comenzaba a tomar forma dentro de su vida. La conversación con Javier había dejado una huella profunda en su mente, y Sebastián no podía dejar de dar vueltas a sus palabras. El traidor estaba cerca, eso lo sabía. Pero, ¿quién? Esa era la gran pregunta que le atormentaba.
Emma, por su parte, estaba absorta en sus propios pensamientos. Había algo en la forma en que Javier había hablado que la inquietaba. No era solo la amenaza implícita, sino la seguridad con la que lo dijo. Parecía que sabía algo más, algo que ni Sebastián ni ella habían considerado. Aquel comentario sobre las personas de confianza, el precio que se debía pagar por todo... Algo no cuadraba.
Miró a Sebastián, quien estaba de pie junto al ventanal, su postura tensa, mirando hacia el ho