Sebastián no podía dejar de pensar en la llamada misteriosa. La voz distorsionada, aquella amenaza sutil y, a la vez, directa. Sabía que algo estaba a punto de estallar, pero no tenía claro si se encontraba ante una oportunidad o una trampa aún mayor. La única certeza que tenía era que el peligro estaba más cerca de lo que pensaba. La guerra había comenzado, y las reglas del juego habían cambiado.
La luz del día apenas comenzaba a filtrarse a través de las ventanas del despacho cuando Sebastián colgó el teléfono, dejando una sensación de inquietud en el aire. Miró a Emma, que estaba sentada frente a la mesa, repasando una carpeta con información sobre Javier. Aunque la situación parecía cada vez más peligrosa, Emma no parecía perturbada. Su determinación la mantenía imperturbable, aunque Sebastián podía ver en sus ojos que también ella sentía el peso de lo que se estaba jugando.
Emma levantó la mirada al notar la mirada fija de Sebastián sobre ella.
- ¿Qué fue eso? - Preguntó, su tono