—Son tus rasguños amor.
—¿Qué? — No entiendo y él me da un beso corto, luego se muerde el labio con gracia.
—Si amor, cuando te follo duro, me rasguñas la espalda y eso me excita demasiado. —Vuelve a besarme y me reí.
—No pueden ser solo los míos, seguramente de otras chicas también.
No puedo creer lo que dice él. Alessandro me sonríe y con su pulgar me toca mi labio inferior para sobarlo un poco.
—No nena, son solo tuyos, eres la única que dejé y que aún dejo que me rasguñe cuando follo. —Admira mi labio como si fuera carnada.
—Explícate por favor… —pido.
—Sam, no me gusta que las demás me toquen si no quiero, no me gustan qué me hagan cosas si no lo pido, y eres la única a la que le permito hacer lo que desee conmigo, a lo mejor lo haces inconscientemente durante el sexo, no me gustan los rasguños y marcas en ninguna parte de mi cuerpo, pero si lo haces tú, me encantan —se explica.
—Está bien. —No sé por qué, pero siento un poco de felicidad, tal vez por sentirme especial—. Nuca los