••Narra Frederick••
El whisky ardía en mi garganta, pero no lograba ahogar la frustración que me consumía. Llevaba días sin saber de Charlotte. Ni un mensaje, ni una llamada. Nada. No importaba cuanto la llamara, siempre estaba apagada. Ese infeliz debió quitarle el celular.
Llevaba días enteros imaginando lo peor: que ese maldito de Klifor la hubiera lastimado, que la tuviera encerrada en algún lugar oscuro, que estuviera asustada…
Golpeé el escritorio con el puño, haciendo temblar los informes de mis empresas. ¿Desde cuándo me importaba su bienestar? Ella era solo un objetivo, un peón en mi juego de venganza. Y aún así, no podía sacarla de mi cabeza. Esa mujer, con su sonrisa ingenua y sus ojos verdes que podían derretir el hielo, se había metido bajo mi piel como una espina.
—Frederick, llevas cinco días así —La voz de Arturo, mi mano derecha, interrumpió mis pensamientos. Se apoyó en el marco de la puerta con su habitual aire de despreocupación—. Si tanto te preocupa, ¿por qu