Capítulo 85: Hombre persistente.
El parque estaba envuelto en un silencio que solo se veía interrumpido por el crujir ocasional de las hojas secas bajo mis tacones. El frío de la noche se colaba por las mangas del saco de Frederick, recordándome irónicamente que, aunque huía de él, aún llevaba su calor conmigo.
Caminé sin rumbo fijo, sintiendo el peso de su mirada en mi espalda. A dos metros de distancia, como un espectro que se negaba a desaparecer. Podía escuchar sus pasos, perfectamente sincronizados con los míos, manteniendo esa distancia calculada que ni se acortaba ni se alargaba.
—¿Vas a seguirme toda la noche? —pregunté por fin, deteniéndome frente a un viejo roble cuyas ramas se retorcían contra el cielo estrellado.
Frederick se detuvo exactamente donde estaba, las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón.
—Sí —respondió, sin adornos.
Giré para mirarlo, encontrando su silueta recortada contra las luces lejanas de la ciudad. Incluso en la penumbra, podía ver la tensión en sus hombros, la