Capítulo 38: El sedante.
La cabeza me daba vueltas al caminar por la habitación. Sentía que el piso se movía de una forma que no era normal.
En algún punto, dejé caer la manta al piso.
Fui al baño y saqué del gabinete el botiquín de primeros auxilios. Vi mis manos ensangrentada, pero no le di importancia, solo tenía una tarea y era cerrar la herida.
Me observé en el espejo, con el cabello revuelto, una tez amarillenta y unos ojos opacos. Tenía la camisa rota, mostrando un vendaje rojizo y mojado. Y eso que Frederick me lo había cambiado en la lancha.
Pensar en él me daba rabia. Una emoción amarga que se alojaba en mi pecho.
Las rodillas me temblaban y no pude mantenerme en pie durante mucho tiempo. Recuerdo terminar en el suelo, junto a la encimera del baño, sin el más mínimo rastro de fuerza en mis piernas.
Mis manos temblaban al tratar de insertar hilo en una aguja. Traté una y otra vez, pero no lo conseguía.
La herida era tan pequeña que me sorprendía la cantidad de sangre que era capaz de salir de el