••Narra Charlotte••
No aparentaba haber pasado dos días encerrado entre barrotes. Estaba bien vestido, tenía un aspecto regio y su piel no había perdido hidratación. Sin contar su olor, seguía oliendo a menta y su perfume característico.
Enterré mi nariz en su pecho, entre los botones de su camisa, inhalando como si no hubiera un mañana. No sabía cómo explicarlo, pero había algo en su aroma que me relajaba.
—¿Por qué no avisaste que venías en camino? —dije contra su pecho.
De pronto, sus manos fueron a mis caderas, levantándome. Por instinto, enrollé las piernas en su cintura.
—Quería sorprenderte, pero el sorprendido termine siendo yo al ver como sacaste a patadas a Miranda —Sus ojos azules brillaban al verme.
—No podía estar en paz con esa serpiente venenosa suelta. Debiste echarla de la mansión el primer día —dije cada palabra con lentitud, frunciendo el ceño.
—No, yo jamás la hubiera sacado de esta mansión —comenzó a caminar conmigo en brazos—. Porque eso lo tenías que hacer t