Capítulo 3

Norman Stone.

Reconozco que soy impaciente y extremadamente exigente.

Llevo más de treinta minutos sentado esperando a que llegue, aunque claramente la hora en que quedamos encontrarnos todavía no ha llegado.

Miro de nuevo mi reloj y aún faltan 15 minutos. Me levanto y doy una vuelta por la habitación y verificar que todo esté ordenado. No quiero que se lleve una mala impresión de mí en la primera cita.

Unos golpecitos se oyen en la puerta de entrada y sé que es ella. Miro de nuevo mi reloj, y, aunque apenas pasaron unos segundos desde mi última verificación, asiento con una sonrisa. Es bueno que haya llegado puntual.

 Abro la puerta y una joven hermosa con el pelo suelto me recibe. La repaso completa sin disimularlo y no puedo evitar sentir la garganta seca por la visión. Está preciosa.

Lleva un vestido hasta las rodillas de gasa estampada, una chaqueta de cuero azul y botas del tono. Su pelo, que le llega hasta por debajo de las nalgas, lo tiene suelto completamente. Es la primera vez que la veo así y no cabe duda que es hermosa.

—¡Qué elegante! Sí que se esmeró para la noche —dice con una sonrisa tierna y sincera que me deja aún más aturdido.

—Ahora veo que hice una excelente elección, tengo que ir a tono con mi acompañante —replico para ponerme a su nivel. Estoy agradecido de haber elegido éste saco azul, aunque creí que sería demasiado al principio, viendo lo bella que está, mi atuendo está más que acertado para estar a su lado. —También estás muy bella, Dora.

 —No tanto como tú —desestima. —¿Y qué quieres hacer primero?

—Bueno, cenar es una buena idea —froto mi vientre. —Algo más sustancioso que un sándwich de pollo o verduras no me caería mal. No he comido nada decente en esta semana.

Lo piensa un poco y mira algo en su celular. Es ahí cuando me percato que aún está parada en la puerta y la hago pasar. No me pasa desapercibido que mira las pocas cosas que tengo en el departamento.

—¿Y que le gustaría comer, doctor Stone?

—Norman —la corrijo. —Pensé que ya habíamos quedado en tutearnos.

—Sí, disculpa, la costumbre —otra sonrisa con las que ya me tiene acostumbrado. —¿Qué te gustaría comer, Norman?

—¿Por qué no me sorprendes? Algo típico de aquí sería bueno.

—Tengo el lugar indicado para eso —contesta y me indica con la mano que la siga hacia la puerta.

Salimos del edificio y caminamos hacia una calle que lleva hacia la avenida principal. Ya había visto durante mis viajes a la clínica que por aquí hay muchos restaurantes y bares, pero no me había atrevido a venir solo, imaginando que sería demasiado aburrido.

—¿No es mejor que pidamos un taxi? —la calle por donde me lleva es poco iluminada y francamente no creo que sea adecuado que una chica esté caminando a estas horas por aquí, aunque vaya acompañada.

—Este es un lugar muy tranquilo, no hay de qué preocuparse. —responde a mi inquietud mental. —Ya lo verás cuando empieces a codearte con las personas. Aquí todos nos conocemos entre todos y nos cuidamos de ser necesario.

Me acerco lo suficiente y antes de que crucemos la calle, para irnos a donde sea que me lleva, la tomo de la mano. No me dice nada, tampoco me suelta y eso debe significar algo.

Cinco calles más allá, entramos a una churrasquería, cómoda, rustica y con muy buena música tradicional de arpa y guitarra. Al instante consigo adaptarme al ambiente. Nunca había visitado un lugar tan folklórico y movido. Se siente bastante cálido.

No espero menos con el olor que desprende de la parrilla en cuanto entramos al lugar, uno al que en Alemania no estamos acostumbrados en absoluto, especialmente la carne de res que se puede cortar con la cuchara y se deshace por si sola en la boca.

Comemos de todo y tanto que nos quedamos un tiempo bastante largo solo charlando para digerir toda la carne que nos metimos al estómago y algunas que otras comidas que no recuerdo el nombre.

—Aún tenemos unas dos horas antes de que empiece la película —me dice mientras mira su celular de nuevo. —Podemos ir a la plaza a mirar la feria de emprendedores en ese tiempo, hay algunos juegos a los que podemos participar y divertirnos un montón. Luego de que termine la película, que sería como a media noche, quiero llevarte a un karaoke, los tragos son deliciosos y la música muy variada. 

—Pareces tenerlo todo calculado —respondo con una sonrisa. —¿Nos quedaremos toda la noche acaso?

—Dijo que quería conocer la zona —corresponde a mi sonrisa con una mirada demasiado tierna. —Si me llamaste para eso, pues este fin de semana es el correcto en el que podemos ver muchas cosas.

Siempre he sido un hombre muy formal y discreto. Por mi falta de tiempo, mis pocas relaciones amorosas nunca han pasado de unos meses. Siempre estaba estudiando y no me gustaba mucho salir en los lugares acostumbrados por los jóvenes de mi edad, aunque también contribuyó mucho que soy una persona exigente en demasía en el aspecto personal, mis padres me habían inculcado a ser siempre sobresaliente en todo desde muy niño, en el estudio, en mis amistades, en mis alimentos, y más aún en mis escasas relaciones cuando tuve la edad. Y quizás eso sea la razón real de que, a pesar de ser un hombre interesante, con una buena profesión, de familia adinerada, no haya podido conseguir una pareja que encaje con mis exigencias, una que se alinee a mi situación, que comparta mis mismos pensamientos.

Sin embargo, Pandora es todo lo contrario a lo que siempre he buscado en una mujer. Es extrovertida y risueña, en ocasiones desatenta, muy pequeña para mi altura. Tiene todo lo que no me atrae en una mujer, o al menos eso creía, hasta que la conocí.

—¿Entonces? —me pregunta cuando nota que me quedo embelesado sin responder. —¿Lo hacemos?

—Lo que tú quieras y el tiempo que quieras —respondo sin titubear. —Estoy en tus manos para lo que quieras hacerme.

—No exageres —ríe nerviosa al notar el sarcasmo en mis palabras.

—¿Por qué? ¿No te gusto? —veo como se sonroja de inmediato al provocarla deliberadamente. —¿No soy tu tipo o algo así?

—Es un hombre muy guapo, Norman, no soy ciega.

Bueno, al menos dijo que si le gusto, es un punto más a mi favor.

—Tú también eres muy hermosa, Dora y también me gustas —boquea un par de veces sonrojándose aún más. No se lo esperaba, eso es obvio.

Nuestra charla se rompe cuando un mozo se acerca y nos trae la cuenta. Al momento ella intenta pagar, pero la detengo. Si yo la he invitado no es caballeroso dejarla pagar.

Tal como lo dijo, en cuanto salimos de la churrasquería, me lleva a una feria donde caminamos por un cierto tiempo entre los puestos, mirando, jugando y probando algunos postres hasta que llega la hora de ir a ver la película.

—Dora, ¿puedo preguntarte algo? —aprovecho para preguntarle mientras caminamos hasta el cine.

—Sí, dime.

—¿Me harías compañía estos meses que voy a estar aquí? Y no hablo solo de ir a ferias o al cine, o a cenar, sino más íntimamente, como mujer.

Se detiene bruscamente y me mira, entre sorprendida y tímida. Pese a que la calle es oscura, puedo notar el sonrojo en sus mejillas.

—No sé qué decir, esto es muy inusual —responde sin apartar su vista de la mía.  —¿Es en serio?

—No tengo por qué bromear —tomo su mano y hago que se pegue más a mí —Además, es una pregunta muy sencilla y directa, nunca me ha gustado andar con rodeos y ésta no es la excepción. Me gustas y quiero pasar contigo el tiempo que lleve aquí, sin compromisos.

—Pero nos acabamos de conocer, no sé si sea lo correcto, digo, eso es solo un acuerdo sexual, ¿no? —asiento. —¿Qué pasará después de eso? Es mucho tiempo ¿Y si nace algún sentimiento entre nosotros que no podemos controlar?

—Somos personas adultas, Dora. Es mejor que tengamos claro desde el principio lo que tenemos, así nadie sale perdiendo nada. Seremos amigos, pero que follan cada vez que tengan ganas, eso es todo. Un acuerdo que ambos sabemos cuándo termina.

—No lo sé —intenta zafarse, pero la detengo. —Esto es nuevo para mí.

—Solo debes responder si sí o no. No es muy difícil.

—No puedo negar que me gustas —confiesa en un susurro. —No creo que haya una sola mujer a la que no le gustes. Y si, acepto.

Ahora soy yo el que se queda boqueando, eso definitivamente acaba de levantar mi ego a mil. Habiendo visto su rostro sorprendido por mi propuesta hace unos segundos atrás, esperaba un absoluto “no” de su parte, sin embargo, ella acaba de decir que sí.

—¿Estás segura? —pregunto solo para reconfirmar.

—Acepto, pero tengo una condición —contesta y yo asiento. —No quiero que esto afecte a mis prácticas en la clínica, mi profesión es muy importante para mí y me gustaría mantener mis estudios fuera de todo. 

—Me parece justo, tampoco deseo que nos involucremos en el trabajo.

Termino de decir aquello y tomándola desprevenida la beso. Un beso corto, pero mojado. Puedo sentir su sabor inundar mi boca y su lengua danzar tímidamente con la mía por unos segundos antes de separarnos.

Al principio me siento raro, pero a gusto. Me estoy saliendo de mi propio molde y rompiendo los parámetros que yo mismo he forjado con los años, pero me encanta lo que ella provoca en mi cuerpo.

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