Marcus Thorne se sentía como un animal al que le habían amputado una pata, no era solo el despido, era la humillación pública, la inversión de estatus que lo había reducido de heredero arrogante a paria en menos de veinticuatro horas, la mujer que había creído una sombra silenciosa lo había desmantelado con una frialdad matemática.

Salió de la sala de juntas, tropezando con Giselle, cuyo rostro reflejaba su propia vergüenza.

"¿Qué acaba de pasar? ¡Marcus, te expuso! ¡Te humilló con esos estúpidos gráficos!" chilló Giselle, su voz histérica resonando en el pasillo.

"Cállate, Giselle," siseó Marcus, su garganta apretada por la ira contenida "Cállate, no fue suerte, ella sabía, esa mujer... ella no es la florero, es algo más, algo que Ethan escondió."

Su mente trabajaba a marchas forzadas, intentando encontrar la brecha, Ariadna había usado su pasado de "Consejera Financiera Anónima" como un arma para ganarse la moralidad y la inteligencia de la Junta, pero Marcus sabía que, en ese mundo