La Vergüenza de los Hermanos Alfa
La Vergüenza de los Hermanos Alfa
Por: Ava
Capítulo 1
Al final, morí en el sótano por el polvo de plata.

Cuando mi alma se separó de mi cuerpo, me hallé de pie junto a mis tres hermanos alfa, que habían regresado a la manada con Elena.

Diego y Sergio la ayudaban a caminar.

—Menos mal que llegamos a tiempo —dijo Diego con voz suave—. Si no, a Elena le habría tomado mucho más tiempo recuperarse.

—El sanador dice que tu loba todavía está muy débil —añadió Carlos preocupado, dándole una piedra lunar—. Te va a hacer falta la Sanación Lunar cuando sea luna llena.

—Mis alfas —dijo un guardia, acercándose dubitativo—, Ariana lleva tres días encerrada en el sótano... y no hemos escuchado nada de ruido.

—¿Por qué me hablas de esa loba? —lo cortó Diego, molesto—. Hoy celebramos que Elena se mejoró, no lo vamos a arruinar hablando de ella.

El guardia quiso decir algo más, pero las miradas frías lo callaron.

—Esa desgraciada —murmuró Sergio—. Sabía perfectamente que Elena era alérgica a las almendras y le dio ese pastel igual.

—Qué idiota fui pensando que por fin había aceptado a Elena como familia —gruñó Carlos—. Resulta que quería matarla con un pastel.

Elena abrió bien los ojos y se puso a temblar.

—¿Y si Ariana se enoja cuando la saquen? Yo tuve la culpa de que la castigaran... ¿Y si después se venga de mí y me echa de la manada cuando ustedes no estén?

—Tranquila, Elena —la calmó Diego, pero con voz fría—. Hizo eso porque la malcriamos mucho tiempo. Con este castigo va a aprender. Ya no te va a hacer nada.

Después intentó buscarme con la mente una y otra vez. Por supuesto, ya no hubo respuesta.

Diego frunció el ceño, creyendo que había bloqueado la conexión por rabia, pero, al revisar sus recuerdos, se dio cuenta de que la última vez que habíamos hablado había sido tres días atrás.

—Qué loba tan mala —murmuró—. Ni siquiera pregunta cómo está Elena.

Elena le tocó la pierna suavemente, con los ojos llorosos:

—No quiero que Ariana me odie. Yo nada más quería ser su amiga. Siempre la quise como a una hermana... Si hice algo mal, es mi culpa.

Diego le secó las lágrimas.

—Eres muy buena, Elena. Pero Ariana... no tiene corazón y es una malagradecida.

—¿Quiso matar a alguien de la familia nada más para que le hiciéramos caso? —inquirió Sergio, apretando los puños—. ¿Cómo puede ser tan mala?

Carlos asintió.

—Lleva tres días encerrada. Si no admite que se equivocó y le pide disculpas a Elena, la saco de casa para siempre.

Pero yo estaba ahí, como alma en pena, sintiendo una amarga ironía.

Nuestros padres habían muerto en un incendio forestal. Después de eso, mis tres hermanos me dieron todo su amor.

Encontraron a Elena en una manada de lobos solitarios y la trajeron a casa para hacerme compañía, para que no me sintiera sola.

La recibí con cariño sincero y le entregué todo lo que tenía, pero ella me pagó con acusaciones constantes, diciéndoles que la lastimaba y que solo buscaba atención.

Cada vez, mis hermanos se volvían más fríos conmigo, hasta que esta vez Elena fingió una reacción alérgica mortal por un pastel de almendras que ni siquiera sabía que no podía comer.

Sin darme oportunidad de explicar nada, me encerraron en el sótano donde el aire espeso de polvo de plata me envenenaba lentamente.

Mi loba aulló pidiendo auxilio, pero ellos ignoraron sus lamentos.

—¡Ya deja de aullar! —gritó Diego—. ¡Te lo mereces!

Con sus propias manos, Sergio puso las cadenas de plata y Carlos bloqueó la entrada con objetos pesados, asegurándose de que no pudiera escapar.

Ahora los veía ahí, completamente engañados por las mentiras de Elena, consolándola como si fuera la verdadera víctima.

Mi loba miraba con una sonrisa vacía y desesperada a esos que una vez fueron mis poderosos hermanos alfa.

Los mismos que juraron protegerme y amarme más que a nadie en el mundo fueron quienes me mataron con sus propias manos.
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