Bianca se miró en el espejo, analizando su imagen. Llevaba una camisa blanca, un collar largo de cuentas azul cobalto, un pantalón de vestir color café y unos elegantes tacones blancos. Tras unos instantes de inspección, sonrió satisfecha. El conjunto era profesional, pero con un toque de su propio estilo.
—Ya, Bianca, llevas una eternidad frente a ese espejo —dijo Sara con una sonrisa.
Bianca se sonrojó y se dio la vuelta. Sus ojos brillaban de emoción.
—¿Qué te parece, mami? ¿Me veo bien así?
Sara la miró con nostalgia, como si volviera a ser la chiquilla que le hacía esa misma pregunta.
—Claro que sí, mi niña. Tú te ves preciosa siempre.
—Bueno, entonces ya me voy al estudio. ¡Estoy tan feliz! Es mi primer día y además es mi cumpleaños.
Salió de la habitación con una alegría que no podía ocultar.
—Regresa temprano para que cenemos juntas.
Sara se despidió con la mano, sonriendo. Seguramente ya tenía planes para la comida, solo se preguntaba si serían con Efraín o con Francisco. Pro