Se dejó caer en la cama con desánimo. A pesar del sol radiante que entraba por la ventana, ella se sentía en penumbras. ¿Por qué, si afuera el calor de la tarde aún era intenso, sentía ese frío por dentro? Se acurrucó, haciéndose un ovillo bajo las sábanas, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se preguntaba si había hecho algo mal, qué error había cometido para merecer ese trato. Solo quería una oportunidad para que ambos fueran felices, ¿acaso eso era un pecado? ¿Por qué Efraín la trataba de esa manera?
Al recordar el rostro amable y refinado de Francisco, sintió un nudo aún más apretado en la garganta. Desde que lo conoció, fantaseaba con la idea de que casarse con alguien como él sin duda la haría feliz. Como cualquier mujer, soñaba con un esposo que la amara y ambos proteger y cuidar ese amor. Pero la realidad era otra. ¿Por qué su marido tenía que ser así con ella? Si no era la mujer que él deseaba, entonces seguir juntos, atormentándose mutuamente, no era más que