Capítulo 5 Crece tu odio

Del otro lado de la línea, se escuchaba la risa alegre y entrecortada de Claudia. Bianca, consciente de que Efraín estaba a punto de estallar, intentó alejarse de manera discreta. Sabía que ese sujeto podía hacer cualquier locura. Y así fue. Antes de que pudiera dar medio paso, él se abalanzó sobre ella, le arrancó el celular de la mano y la empujó, haciéndola caer al suelo.

—¡Claudia Lira! —gritó con un odio que parecía desgarrarle el alma.

Del teléfono solo salió un ruido confuso. La señal era pésima y la voz de Claudia se perdía, ininteligible.

—Fray, ¿qué te pasa? —La mujer que había estado en la alberca se acercó contoneándose con aire seductor. Había visto con satisfacción cómo Efraín empujaba a su esposa y supo que era el momento perfecto para mostrar su lado tierno y comprensivo.

—¡Lárgate! —rugió él, apartándola con un empujón brusco.

El grito la dejó pálida del susto. No se atrevió a decir nada más y huyó de la escena.

—¡Efraín! —exclamó Bianca, poniéndose de pie. La ira había reemplazado el miedo—. Ya me has humillado bastante, ¿ahora quieres desquitarte con mi hermana? ¡No te lo voy a permitir!

Él no respondió. Con la cara convertida en una máscara de furia, azotó el celular contra el suelo, donde se hizo añicos. Bianca observó los restos del aparato, apretando los puños con tanta fuerza que quedaron las huellas de sus uñas en las palmas de las manos.

Sin dedicarle una sola mirada más, se dio la vuelta y se marchó.

—¡Salvaje! —murmuró ella. Se agachó y recogió la pequeña tarjeta SIM de entre los restos. Tendría que comprar otro celular si quería volver a contactar a su hermana.

...

En el estudio de la mansión, la penumbra reinaba. Efraín estaba sentado en un sofá junto a la estantería, con la respiración agitada. La voz de Claudia, tan familiar y apasionada resonaba en su cabeza.

[—¿Bianca? ¿Bianca, me oyes? No te escuché nada. Oye, te cuento. Estoy en un pueblito perdido, la señal es malísima, llevo un rato dando vueltas para encontrar un poco de cobertura y aun así casi no te oigo. Pero estoy súper bien, él me trata increíble. Seguro papá y mamá están furiosos, ¿no es así? No importa, ya se arreglará y se les pasará. Yo nunca quise casarme con Fray, fue mamá la que aceptó por mí y no me dejaba ni salir, por eso me escapé con él. Tú me apoyas, ¿verdad que sí? ¡Es por el gran amor! Jaja. Este lugar está bien lejos, a lo mejor nos movemos a otro lado. Si es así, te vuelvo a contactar. Ay, no sé si me estás escuchando, no me contestas… Bueno, ya te dejo. Tengo que ahorrar saldo, que aquí es un rollo recargar. ¡Adiós, Bianca!]

Ni una sola vez preguntó cómo estaba él. Nunca le había importado. ¿Quién era ese "él"? Entonces, ¿qué era él para ella? ¿Un chiste? "Qué patético, qué patético soy", pensó con amargura.

Buscando una forma de liberar la rabia, se levantó de un salto y arrancó las cortinas de un tirón. Miró hacia el jardín, al lugar donde habían estado, pero ya no había nadie. Una oleada de ira lo consumió. Se acercó al escritorio y, con un movimiento violento, barrió todo lo que había sobre él. "Tú lo sabías, Bianca. Sabías quién era él. ¡Tú y tu hermana, quizás hasta tus padres se están burlando de mí! No los perdonaré. ¡A ninguno de ustedes!".

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