Claudia miró a Efraín, que no había dejado de sonreír desde que se sentaron.
—Y esa sonrisa, ¿qué? Se ve que vienes de muy buen humor. ¿De verdad te pone tan contento invitarme a cenar o hay otra buena noticia que no me has contado?
Efraín negó con la cabeza.
—No, no es por mí. De hecho, la buena noticia es para ti.
—¿Para mí? —preguntó Claudia, extrañada—. ¿Y qué buena noticia podría ser? Porque si te refieres a lo del bebé, eso ya no es novedad.
Efraín sonrió.
—No, no es eso. Ya no le des vueltas, al rato te cuento. Mejor dime, ¿es verdad que últimamente tienes mucha hambre?
—¡Sí! ¿Cómo sabes? Qué bárbaro —bromeó ella—. Últimamente como muchísimo más y de repente se me antojan unas cosas súper raras. Y si no me las como en ese momento, siento que me muero.
—Las embarazadas son todo un caso, ¿eh? —comentó Efraín, divertido.
—Pues en tu próxima vida te toca ser mujer, para que sepas lo que es ser uno de esos “casos” —replicó Claudia.
—¿La próxima vida? —El comentario pareció tocar una