Claudia se sorprendió al encontrarse con el asistente de Efraín, Carlos Torres, en la entrada del hospital. Recordó que, durante los días que estuvo internada, él la había ayudado mucho, y sintió una sincera gratitud.
—¡Carlos! ¿Qué haces aquí?
Se acercó a él con una sonrisa.
—Muchísimas gracias, me ayudaste bastante quedándote en el hospital.
Carlos se mostró un poco apenado.
—No fue nada, de verdad. El señor Herrera me pidió que lo hiciera. Vine a que me revisaran.
—¿Te sientes mal? —preguntó ella preocupada.
—No es nada grave, creo que algo me cayó mal.
Él se sonrojó y cambió rápidamente de tema.
—Pero ¿y usted? ¿Viene a su revisión?
—Puedes tutearme, me haces sentir una anciana si me hablas con tanta formalidad.
—Sí, justo vengo a mí revisión.
Sonrió con dulzura.
—Todo está perfecto con el bebé y conmigo. Está muy sano.
La cara de Carlos se iluminó.
—¡Qué bueno! Me dejas más tranquilo.
Claudia lo miró extrañada.
—¿Ah, sí?
—No, bueno, lo que quise decir es que... el señor Herrera s