Se llevó una mano a la boca, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse. No quería que nadie la encontrara con esa foto, así que la devolvió al cajón con mucho cuidado y cerró todo como estaba. Salió del cuarto de armario rápidamente, todavía con el recuerdo de esas palabras rondando en su mente.
Alexandra hizo acto de presencia en ese momento con la intención de dejar algunas frazadas y cobijas. Sin embargo, de inmediato notó que Brenda estaba allí mirando un punto fijo, como si hubiera sido absorbida por sus propios pensamientos y la mujer se interesó en saber que le estaba ocurriendo.
—¿Qué pasa?
—Alexandra —la miró fijamente a los ojos —. ¿Cuánto tiempo tienes trabajando para Haidar?
—Oh, pues casi diez años ¿por qué?
—De acuerdo.
—¿Por qué lo preguntas?
—Me dio curiosidad.
—¿Es todo?
—No —admitió capturando la atención de la morena quién de inmediato se sentó a su lado —. Hay tanto que no sé de Haidar. Pensé que tú podrías saber algo más.
—Linda, s