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Ambos finalmente subieron a la habitación, Brenda se quedó perpleja viendo el sitio lleno de lujo, y es que todo era tan elegante allí.

—Es… impresionante —murmuró Brenda, más para sí misma que para Haidar.

Él no respondió. Simplemente dejó su chaqueta sobre una silla y comenzó a desabrocharse los puños de la camisa, como si estuviera completamente ajeno a ella. La mujer, por su parte, se quedó de pie junto a la puerta, sin saber qué hacer.

—¿Vas a quedarte ahí toda la noche? —preguntó Haidar finalmente, con un tono que parecía más burlón que serio.

Brenda apretó los labios, sintiendo cómo la irritación comenzaba a reemplazar su nerviosismo.

—No, claro que no —soltó, caminando hacia el lado opuesto de la habitación.

Se sentó en el borde de la cama, mirando sus manos mientras intentaba calmarse. Él resopló y se perdió en el baño antes de volver, estaba cambiado, con ropa pijama. Ella frunció el ceño.

—Esta, antes solía ser mi habitación de joven, aunque algunas cosas han cambiado, mi
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