Capítulo 32 El cuidado

Horus estaba sentado en una piedra. Miraba de reojo a la mujer que estaba tendida en el lecho. Alguna vez le había tenido miedo y se había postrado ante ella. ¿Cómo era que ahora estaban juntos y en esa situación? La observaba con tensión y rigidez. Era la esposa del emperador; los dos que habían acabado con su paz y su vida. Su respiración era pausada, pero no dejaba de sonar entrecortada, como si cada bocanada de aire cargara consigo un eco de dolor y derrota.

Al caer la tarde, Horus reunió leña. Los troncos crujieron al contacto con la escarcha de sus dedos, pues él siempre templaba el fuego con un mínimo de frío, equilibrando la llama para que durara más. Preparó carne de venado que había cazado con paciencia, colgándola sobre el fuego. Antes de seguir, le dio un poco a ella, que aún permanecía tendida en el lecho improvisado. Hespéride apenas lo probó, mordiendo con dificultad, pero el simple hecho de tragar le devolvió un soplo de fuerzas.

Al estar por anochecer, la cargó en sus
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