Horus se mantuvo ileso con su defensa de hielo entre las jaulas de luz que evitaban que se transportara. El elemento anulaba la magia de oscuridad de su esposa Hespéride. En estas semanas había iniciado la revuelta y unido a varios reinos en su rebelión contra la tiranía del emperador. Desde que era niño no se había vuelto a encontrar con él. Le había temido, lo odiaba y lo detestaba. Sin embargo, ahora podía sostenerle la mirada sin ningún temor. En casa lo esperaba su hermosa bruja y sus hijas. Ellas le daban el coraje para enfrentarse al que había aniquilado a su familia entera. No lo perdonaría y no descansaría hasta matarlo.
—¿Quién eres? —preguntó Leighis Noor, la actual emperatriz.
Horus tensó la mandíbula. Sus ojos plateados la enfocaron. Alguna vez había sido su prometida y había estado enamorado de ella. Pero las cosas habían cambiado de forma radical. La elfa dorada era la emperatriz del enemigo, la santa de la luz, mientras la que lo había sido en un principio, Hespéride R