No pude evitar que aquella sensación en mi estómago, aumentara al mirarme. Una sensación de culpa y de amargura se mostraron en mis expresiones, en mi mirada.
—¿No le agrada, señor? Creo que le queda muy bien —preguntó el sastre con temor al notarlo.
Me quedé observándome, mientras mi respiración se aceleraba. Era un hecho, en solo unos días rompería mi promesa y una vida junto a Clara iniciaría.
—Me queda bien, me quedo con este— les dije a ambos con pesar, esbozando una tenue sonrisa.
Tras cambiarme y aceptar su ofrecimiento salí del local, sintiéndome miserable, mis emociones estaban tan agobiantes que sin darme cuenta había ido al cementerio.
—Mi amada Lucero— le dije, dejando que esa lágrima caliente se deslizara por mi mejilla mientras apoyaba mi mano sobre el mármol frío.
Su nombre se encontraba tallado en oro y su fotografía me observaba con esa sonrisa que me enamoro la primera vez que la vi.
—Mi amor, perdóname por favor, perdóname por faltar a mi juramento— le hablé mientra