—Pensaré en tu propuesta de ser mi asistente personal, lo prometo —estaba jugando con ella. Lo sabía.
—No me valen las promesas Leonid, necesito una respuesta o ¿prefieres que vaya de compras con las esposas de los hombres que son tus socios? —Leonid sonrió como el depredador que era.
—Un adorno inteligente no saldría de compras, Valeria. No trates de ser lo que no eres.
—Entonces apresúrate con la respuesta porque me están dando ganas de salir a ver vitrinas, visitar tiendas y ¿Quién sabe? —se levanta observándolo casi a la cara montada en unos tacones siete —. Puede que gaste algunos millones en… nada.
—Cuidado con lo que haces —advirtió malhumorado —, no te he dado permiso de salir sola.
—¿Quién dice que lo haré sola? —se levantó del sillón sonde se encontraba sentada caminando despacio —. Tú me acompañarás a comprar todo lo que no necesite —le sonrió de manera inocente —, como un buen esposo… —no le dio tiempo a responder porque se fue dejándolo solo en la biblioteca.
Salió de la