El regreso de Valeria a la “Jaula de Oro”, luego de la sentencia hacia Leonid, se terminó de hacer en un silencio tenso casi vengativo. Él la observó con ojo de águila queriendo descifrarla y ella, sentada rígida e incómoda. No le permitió ofrecerle la satisfacción de verla derrotada. Contrario a ello se obligó a demostrar que podía con ello y con mucho más
Al llegar, Leónid la escoltó personalmente hasta el ala este, donde la esperaba su despacho. Era una habitación al lado de su propia alcoba: pequeña, lujosa, pero sin ventanas que dieran al exterior ni baño privado; solo una puerta de roble que la conectaba directamente con su dormitorio, y otra que daba a un pasillo custodiado por George y el otro guardia llamado: Barney.
—Espero que te agrade tu espacio de trabajo —dijo Leónid con una sonrisa seca, señalando un pequeño escritorio de cerezo—. Es funcional, eficiente. Y lo más importante: me permite tenerte a menos de veinte pasos, Valeria —Leónid pasó hacia la oficina delante de