Leonid no dejaba de darle vueltas a la propuesta de Valeria. Las dudas carcomían su mente mientras pensaba en una estrategia para mantenerla controlada y la conversación que tuvo con Anya no lo reconfortó para nada. Sabia que Anya no preguntaría mas de lo normal, pero no podía permitir que se enteraran de su matrimonio al menos todavía. Valeria para él era una adquisición que deseaba tener. Ese adorno que todos los hombres deseaban en su habitación para saciar su placer. Sin embargo, no tenía el control suficiente sobre ella para someterla y debía encontrarlo.
—Necesito tenerte bajo mi puno, Valeria querida —su pensamiento en voz alta llamó la atención de su chofer.
—Flores y chocolates —dijo, mirándolo por un instante.
—¿Perdona? —preguntó descontextualizado por completo.
—Las flores, los chocolates, los detalles, jefe —respondió el hombre al volante esta vez manteniendo la vista en la carretera.
—Es cierto —recordó las rosas y los detalles delicados que le obsequió a Valeria —. Nece