La tradición decía que la Omega debía presentarse frente al Alfa con todas las rosas que éste le había entregado durante semanas, y en algunos casos, meses. Si dejaba caer el ramo, significaba rechazo. Si mantenía el ramo en sus manos y besaba a su pareja, significaba aceptación. Un proceso sencillo que tanto impacto hacía, sorprendentemente.
Un rechazo hería gravemente el orgullo del Alfa, pero era considerado de mal gusto que no terminara aceptándolo en algún momento. Hana necesitaba calmar sus imparables nervios y su emergente alegría, sin embargo, era casi inútil cuando su loba desbordaba el mismo sentimiento y no tenía ningún problema en demostrarlo, a diferencia de su parte humana, que buscaba desesperadamente reprimir la sonrisa que intentaba nacer en sus labios.
Buscó con la mirada algún lugar donde colocarla, encontrando un florero de porcelana vacío. Colocó la rosa allí, al percatarse de que tenía agua aparentemente limpia. Debido a que se irían en una hora, no pareció ser m