—Usted no puede opinar sobre mi vida privada. —Hana sonrió. —No es su problema, además, uso supresores.
—Una Omega con pareja no debe usarlos. —dijo.
—Los uso con el permiso de mi Alfa. —contraatacó. —Con permiso, debo volver.
Sus pasos rápidos eran lo que evidenciaban lo recientemente ocurrido, ese hombre no aparentaba tener buenas intenciones, se veía desde lejos el repudio que tenía hacia ella, pero ¿Por qué? No había hecho más que estar junto a Adrien aquel día frente a la manada. El tipo supo el secreto que mantenía escondido bajo llave, no obstante, fue lo suficientemente rápido e inteligente como para encubrirse.
Cerró sus ojos por un instante para relajarse y despejar su mente, no debía llorar nuevamente por ese hecho que le atormentaba, ser una Omega defectuosa. Nadie tenía por qué saberlo, sólo ella y los Bell eran conscientes de las fallas en su cuerpo; Adrien no tenía por qué enterarse, tampoco.
—¿Adrien? —murmuró al encontrar al Alfa frente suyo, luego de dirigirse a las