—Me alegro por la señora DuPont, ella es una buena persona. —Hana formó una pequeña sonrisa en su rostro; ya era suficiente, ni siquiera hubo razón para preguntarle algo así a Adrien. Él no tenía que saberlo de todas formas.
Sin nada más que decir, la habitación sucumbió entre silencio, el cual no resultaba ser incómodo en absoluto. La presencia de ambos era suficiente. No dijeron ninguna palabra ya que no había necesidad de hacerlo, se sentían tan a gusto así que temían arruinarlo al decir alguna cosa.
Hana miró al Alfa, sonriéndole felizmente. Lo que la Omega no esperaba era que Adrien se acercara a ella, de esa manera imponente pero que no le causaba miedo ni temor alguno.
Ambos sostuvieron sus miradas, pero como siempre sucedía, Hana terminaba apartando la mirada avergonzada. Aquello hizo sonreír a Adrien, enternecido. La Omega podía parecer una niña pequeña cuando se lo proponía.
Aunque su fin no era mirarla por tanto tiempo, Adrien no pudo evitar observarla un poco más, detallan