La Omega no objetó nada, siguiendo al pálido fuera de la habitación. A esas horas de la mañana la mayoría del personal se encontraba durmiendo o alistándose en sus respectivas habitaciones, por lo que aparte del usual silencio, la mansión se veía desolada.
Al entrar al comedor Adrien repentinamente tomó su brazo, ejerciendo una suave presión sin intensiones de hacerle daño. Hana no lo entendía, pero, no obstante, no hizo nada por quitar la mano del Alfa. Su toque la había asustado, pero no tanto como había llegado a hacerlo en un principio.
Por su parte, DuPont suspiró con profundo alivio al notar que la Omega no se apartaba, por un segundo llegó a estar seguro de que Hana huiría de su toque como lo venía haciendo desde hace una semana. Ella estuvo tranquila en todo momento, pero esto cambió cuando su mirada se dirigió al comedor. Adrien de inmediato sintió los músculos de Hana tensarse.
Al ver a Camila allí sentada Hana quiso irse. El agarre de Adrien era lo que se lo impedía.
—Neces