—Muchas gracias por venir el día de hoy, mi señor. —Todos los que estaban allí presentes hicieron una reverencia, demostrando respeto y un gran agradecimiento hacia Adrien. —¿Desean algo de tomar? —Preguntó el hombre, dirigiéndose también a la Omega que permanecía cabizbaja al lado del Alfa de tez pálida, dando la impresión de que se sostenía del brazo de él para no caer.
Adrien miró a Hana para después suspirar. —No, gracias. Necesitamos un lugar para descansar, mi Omega está agotada.
—Por supuesto líder, por aquí. —Le dijo la Beta. La simpática mujer los dirigió a una cabaña, la cual fue previa y cuidadosamente arreglada para la estancia de Adrien y Hana. Se encontraban cerca de los límites del territorio y las personas allí, a pesar de no tener demasiados recursos, querían darle una buena impresión al magnate. —Sus centinelas están alrededor, a unos kilómetros de aquí. Duerman con tranquilidad.
—Muchas gracias. —Decía Adrien. —Ya pueden retirarse.
Hana fue la primera en entrar, sie