Hana negó lentamente con su cabeza.
—No es verdad, él está mintiendo —decía—. Adrien, dile que deje de mentir. No es divertido, no bromeen con eso.
—Nadie está bromeando —aseguró el médico.
—Señor Han, agradezco sus servicios, pero debo hablar en privado con mi pareja. ¿Podría esperar abajo? —Adrien le pidió, viendo al hombre asentir.
Apenas el médico salió de la habitación y les permitió estar a solas, el Alfa se dispuso a hablar con Hana. Ella se encontraba petrificada, su respiración temblorosa al igual que sus labios, advirtiendo así una vorágine de sentimientos confusos y desenfrenados que no podía digerir. No sabía lo que sentía, y por ello no sabía cómo actuar.
—Hana, seremos padres —pronunciaba lentamente, sonriendo debido al agradable y cálido sentimiento que le recorrió al pronunciar esas palabras. Él tampoco podía creerlo aún.
—No, Adrien. No es verdad —Hana sollozó—. Ese hombre estaba mintiendo.
—Él no debe mentir, sería gravemente juzgado si lo hiciera —Adrien hablaba, to