Livia
El repiqueteo de mis tacones llamó la atención de la gente a mi alrededor; eso y los cuatro hombres detrás de mí. Entraba al banco de Pozzuoli, lugar donde mi hermano guardaba su dinero destinado a sus estúpidas fiestas.
—Bienvenida, señorita Moretti. Hemos atendido su petición, el gerente la está esperando —la vicepresidenta me recibió con un entusiasmo que disimulaba a la perfección el miedo. Era lo que la ambición hacía, y si jugabas bien tus cartas, como ella, todo saldría a la perfección.
—Perfecto. Tu discreción será muy bien recompensada —con un gesto, Piero le entregó un bolso de diseñador, con dos fajos de euros en su interior—. Pero si haces una sola llamada, estarás en problemas, bonita.
—No me atrevería, señorita Moretti.
Forcé una sonrisa, elevando mi mano.
—Preferiría que me llamaras por mi apellido de casada. Livia Vescari —la mujer abrió los ojos con terror—. Él es Piero; te acompañará hasta que yo salga ilesa de aquí. Debo advertirte que viene preparado para cua