Nápoles, Campania
Las luces de la residencia Moretti se encendieron recibiendo a los invitados de aquella noche: los jefes de familia de la Camorra, sus esposas y herederos, a petición de la última integrante de la familia del difunto Capo.
Todos murmuraban acerca de lo que quería aquella mujer, y lo que aguardaban ansiosos era a quién cedería el mando de su familia. Sabían que no podía ser mediante un matrimonio, no con su enlace con el Capo de la ‘Ndrangheta. Aquella noche no solo había invitado a los integrantes de su organización, sino también a sus principales aliados: el Capo de la Cosa Nostra, el Capo de la ‘Ndrangheta y jefes de las mafias de Europa del Este.
El salón resplandecía con candelabros de cristal, alfombras rojas y mesas largas llenas de botellas carísimas que pocos se atrevían siquiera a tocar sin invitación. Los ventanales, cubiertos por pesadas cortinas de terciopelo, dejaban apenas entrar un resplandor cálido de las lámparas exteriores. Dentro, el ambiente olía