Valentina se mantuvo al frente de sus hombres, reunidos y listos para la llegada de la banda rival. Con firmeza, mantuvo la mirada fija en el horizonte, preparada para cualquier eventualidad. A su lado, Mateo permanecía sin apartarse ni un instante, decidido a luchar junto a ella y evitar que Alonso y su padre se apoderaran del liderazgo que legítimamente le pertenecía a Valentina.

Mientras tanto, Alonso ardía de rabia al enterarse de que Mateo seguía con vida y permanecía al lado de Valentina. En un arranque de furia, lanzó su copa al suelo, haciéndola añicos, y murmuró entre dientes:

—Eres una perra mentirosa, Valentina. Me juraste que nunca volverías a dejar entrar a ese malnacido de Mateo en tu casa, pero ahí estás, junto a ese desgraciado. Yo que me resistía a la guerra que mi padre quería librar contra ti… Fui un imbécil al pensar que merecías una segunda oportunidad. Esta vez estarás muerta para mí, Valentina. A ti y a ese miserable los mataré con mis propias manos.

Con el