Mientras el expolicía presentaba las grabaciones con la voz de Damián, el inspector comprendió que ya no podía hacer nada por él, sus manos estaban atadas. Las pruebas eran demasiado contundentes y muchas personas estaban ya involucradas en el caso. No había margen para maniobrar. Mientras el exagente continuaba exhibiendo las evidencias, el inspector se dirigió a la sala de interrogatorios donde se encontraba Damián y con frialdad le preguntó:
— ¿Conoces a Aquiles?
Damián frunció el ceño y entrecerró los ojos, tratando de recordar ese nombre, y respondió con cautela:
—No sé... no estoy seguro. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿A qué viene esto?
—Ha aparecido un expolicía llamado Aquiles que dice conocerte. Presentó pruebas irrefutables en tu contra.
De inmediato, a Damián le vino el recuerdo y lo interrumpió con brusquedad:
— ¿Aquiles? ¿Ese maldito? ¿Cómo diablos sigue vivo? ¡Yo ordené su ejecución hace años! Malditos incompetentes... Sabía que ese cabrón acabaría por hundirme. ¿Qué