La visión ardía en la mente de Ronan, un eco silencioso y aterrador de un trono hecho de luz estelar y de un rey que se parecía demasiado a él. El Rey Olvidado. No era un recuerdo; era una oferta. Una promesa de un poder tan inmenso que hacía que la propia fuerza del Alfa pareciera la llama de una vela en medio de un huracán. Era todo lo que había deseado alguna vez, un camino hacia una victoria tan absoluta que borraría la mancha de su fracaso, la vergüenza de su retirada.
Sentí su conmoción a través del vínculo, una sacudida eléctrica y afilada de incredulidad y un anhelo aterrador que le nacía desde lo más profundo del alma. Lo quería. Lo deseaba con un hambre que me asustó más de lo que Syzygy jamás podría hacerlo. Por un solo segundo que detuvo el corazón, mi compañero, mi rey, contempló el precio de nuestras almas.
“Ronan, no”, susurré, mi voz un murmullo crudo y desesperado. No solo le hablaba a él; estaba vertiendo cada gramo de mi amor, cada recuerdo de nuestro dolor compartid