Las palabras resonaron en el silencio de la cámara antigua, no como un sonido, sino como una certeza absoluta y escalofriante que se asentó profundamente en mis huesos.
El Rey ha llegado.
Los brazos de Ronan seguían siendo una banda de acero alrededor de mí, su cuerpo un resorte enrollado de furia protectora, pero sentí el cambio en él. El terror que había sido una punta fría y afilada estaba siendo reemplazado por otra cosa. Una comprensión lenta, creciente… y absolutamente aterradora.
Él lo creía. Creía que ese poder antiguo y dormido hablaba de él.
“Un rey,” susurró, las palabras un aliento bajo y reverente contra mi cabello. No me estaba preguntando. Le estaba hablando a la cápsula vacía, a la entidad que había alcanzado nuestra realidad desde los confines del cosmos. Aceptaba el título.
Mi sangre se heló. Esto era un error. Un malentendido catastrófico, capaz de acabar con el mundo. Él pensaba que esto se trataba de él. Un desafío. Una prueba de su fuerza Alfa. No tenía idea. No