Seraphina P.o.v
Yo era Seraphina, pero no era una Loba Plateada.
Mi padre había sido Vigo, el traidor definitivo, y mi madre había sido una humana cuyo rostro solo conocía por una fotografía vieja y desteñida. Era huérfana dos veces, un fantasma rondando un hogar que no era mío.
Ronan y Elara me habían recibido, pero su amabilidad se sentía como un abrigo prestado. Era cálido, pero no me quedaba bien. Elara, con su extraña y silenciosa forma de ver el mundo, me miraba con una pena que hacía que mi piel se erizara. Ronan, el Alfa, me miraba con una cautela tensa, como si la traición de Vigo pudiera estar grabada en mi ADN. Los demás lobos, los que habían sido marionetas de Vigo y luego salvados, me miraban con una mezcla de miedo y un odio naciente. Yo era la hija de su torturador. En sus ojos, sus pecados eran los míos.
Estaba sola entre la multitud. Por eso busqué a la única otra persona que se sentía como yo: el fantasma de mi padre.
Su despacho estaba tal como él lo había dejado. E