El aire en las cámaras de Ronan estaba cargado con un nuevo tipo de silencio. No era el silencio pesado y sofocante de una prisión, ni el silencio zumbante de un laboratorio. Era el silencio de una tormenta que había pasado, dejando atrás un mundo limpio y quieto, saturado con el olor a lluvia y tierra mojada. Estaba de pie frente al espejo de cuerpo entero, aunque solo veía una mancha oscura y sin forma. Mis manos, que habían estado cerradas en puños durante tanto tiempo, ahora estaban firmes mientras alisaban la tela de un vestido nuevo.
No era el áspero gris de mi antigua vida, ni el algodón simple que había usado en la cabaña. Era pesado, de un verde profundo y rico, que se sentía como una sombra líquida. Las mangas eran largas, cubriendo las cicatrices plateadas que aún marcaban mis muñecas por el ataque de Mira. La tela era suave, pero se sentía como armadura.
Ronan era una presencia cálida y sólida detrás de mí. Podía sentir su mirada en mi espalda, un peso físico que ya no int