Nadia.-
Bajaba las escaleras después de tomar mi desayuno en la habitación y rápidamente mis ojos captaron el revuelo que había en la mansión, en la entrada estaba Desmond dando órdenes a tres hombres.
— Desmond –llamé haciéndolo girar, su mirada se suavizó. – ¿pasa algo?
— Señora buen día, ¿descansó bien?
— Sí… ¿Dónde está Emil? Dijo que comenzaríamos mi entrenamiento temprano –cruzo mis brazos frente a mi pecho.
— Uhm… el señor salió, pero estoy seguro que no tarda.
— ¡¿Es una broma?! Anoche me trató como una niña pequeña y ahora simplemente… ¿se va? –me quejó dándome la vuelta para regresar a mi habitación.
— Si me permite señora –el tono de voz de Desmond me detiene, al verlo noto que algo en su expresión al mirarme cambió, en su mirada hay consideración y una amabilidad extrema que en días anteriores no vi, ya no me mira con desconfianza. –yo podría enseñarle algunas cosas.
— ¿En serio? –abrí los ojos sorprendida. –Pero Emil…
— Puedo enseñarle lo básico de igual manera pri