La calidez de la piel de la mano de Emily provoca un estremecimiento en el cuerpo de Nicolay. El deseo recorre cada rincón de su cuerpo azotando su ingle con fuerza. El aroma de su cabello lo hechiza. Lo deja sin fuerzas. Sin voluntad.
—Perdóname —se detiene para mirarla y ella sube la cara encontrándose con ese par de zafiros que antes la miraban con frialdad —. Cuando… —toma una respiración furiosa para continuar. Se asfixia con el aire que llena sus pulmones —cuando propuse el contrato… el que firmamos yo, solo pensaba en mí. En mi dolor. En mi pasado.
Emily tarda en decodificar la confesión. Es algo que atesorara como lo ha hecho con sus palabras en la biblioteca. Ese “perdóname” la ha sacado de su zona de confort porque luego, llegará un momento de vulnerabilidad para él y no sabe si puede manejarlo. De todas maneras, no lo hará pasar por esa humillación, siente demasiado por él para hacerlo.
—Eso no es importante ahora.
—Si lo es Emily. Soy un bastardo asesino que no piensa en n