De pronto el despacho se achica a su alrededor, asfixiándolo. El ambiente huele a whisky, al sudor que ha desprendido su cuerpo mientras dormita por el efecto del alcohol y la desesperación lo cubre como un manto cruel dentro de la pesadilla que sufre en este momento. La oscuridad golpea rostro, las cortinas se encuentran cerradas. No deseaba verse dolorido. Roto. Vulnerado por la situación. Nicolay no ha salido desde que dejó al cirujano en la sala estéril. La botella que resbaló de sus manos fue solo la primera.
Ahora hay tres vacías sobre el escritorio, una cuarta a medio terminar en el piso, al lado del sofá donde aún se encuentra sentado, con la camisa abierta y el rostro hundido entre las manos. La sangre de Darko ya no está en su piel, pero sigue en su memoria. Cada vez que cierra los ojos, ve su rostro destrozado, la mandíbula partida, los pómulos hundidos. Y el miedo. Ese maldito miedo que no lo deja respirar.
El teléfono vibra en su bolsillo. No quiere contestar por temor a u